No dejamos de jugar porque envejecemos;
envejecemos porque dejamos de jugar.
El juego es algo que nos ha acompañado siempre: crecemos jugando. Desde la más tierna infancia, los juegos nos introducen en el mundo adulto, hacen posible nuestro desarrollo, nos ayudan a descubrir el mundo que nos rodea, a comprender conceptos complejos y a incorporarlos en nuestro desempeño diario.
Posteriormente ya inmersos en la vida laboral y empresarial, en la sociedad y el mundo adulto abandonamos el juego. Lo relegamos al área de ocio y entretenimiento, como si ya no tuviera más valor que el lúdico, desperdiciando así las enormes posibilidades que tiene para la formación y aprendizaje. ¿Porqué dejar de aprovechar este enorme potencial en el ámbito laboral o empresarial?.
Utilizando la lúdica y el juego como herramienta abordamos nuestro objetivo principal, el desarrollo y refuerzo de las habilidades y competencias definidas o simplemente alcanzar la diversión de todos los participantes y conseguir una jornada inolvidable en cualquier caso.